Oraciones de la Mañana

Ven, Espíritu Creador,
visita nuestras almas
y llena con la gracia divina
los corazones que Tú creaste.

Eres el Paráclito,
el don de Dios Altísimo,
fuente viva, fuego, amor
y espiritual unción.

Autor de los siete dones,
dedo de la diestra paterna,
fiel promesa del Padre
que enriquece nuestra palabra.

Ilumina los sentidos,
infunde amor en los corazones
y conforta sin cesar
nuestra fragilidad.

Ahuyenta al enemigo,
danos pronto la paz,
contigo como guía
evitemos todo mal.

Por Ti conozcamos al Padre
y también al Hijo
y confiemos siempre en Ti,
Espíritu de ambos.

Gloria a Dios Padre
y al Hijo que resucitó
y al Espíritu Paráclito
por todos los siglos. Amén.

V. Envía tu Espíritu y todo será creado.
(Tiempo Pascual: Aleluya)

R. Y renovarás la faz de la tierra.
(Tiempo Pascual: Aleluya)

Oremos: Oh Dios que has iluminado los corazones de tus hijos con la luz del Espíritu Santo, haz que seamos dóciles a tu Espíritu para gustar siempre el bien y gozar de su consuelo. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Examen de previsiónMomento en silencio en que preparamos el día frente a Dios.

Ofrecimiento del Verbo Encarnado

Padre Santo, por las manos de María te ofrecemos como víctima al Verbo Encarnado, en quien tienes todas tus complacencias. Impulsados por la caridad que el Espíritu Santo ha derramado en nuestros corazones, nos ofrecemos constantemente en su unión como hostias vivas y nos sacrificaremos por tu amor en las ocasiones que se nos presenten, implorando gracias para el mundo y la Iglesia, especialmente por tus sacerdotes.

Jesús, Salvador de los hombres ¡Sálvalos!

Solidaridad

La solidaridad es una virtud porque a través de ella nos mostramos unidos a otras personas, compartiendo sus intereses, inquietudes y necesidades, sin necesariamente tener un lazo afectivo que los una. Es decir, la solidaridad es una virtud porque nos acerca a personas que necesitan bondad o una mano amiga en su vida.“¿Quién de estos tres te parece haber sido prójimo del que cayó en manos de los ladrones? Él dijo: El que practicó con él la misericordia. Jesús le dijo: Pues anda y haz tú lo mismo.” Lc 10, 36-37.

“Solidaridad” una especie de comodín que permite quedar ante los demás como alguien bueno, humanista, filántropo, preocupado por el semejante. Comodín que, en realidad, muchas veces se utiliza de forma más bien calculada y difusa, haciendo referencia a la solidaridad sin profundizar demasiado en lo que se quiere decir con tal palabra. Seguro que todos hemos oído hablar de solidaridad a personas que son sólo solidarias con ellas mismas. Pero eso no les impide llenarse la boca con las palabras más adecuadas para quedar bien. Da la sensación de que la solidaridad hoy se entiende tan sólo como ofrecer una cierta ayuda. Quizá unas migajas de lo que nos sobre, o ni eso. Podemos llegar a reducirlo a un “Me gusta” en Facebook o a un retuit. O a un mensaje en WhatsApp. Una solidaridad de pacotilla, que se conforma con algo que ni siquiera se podría calificar de mínimo. Lo suficiente para quedarse a gusto en el sofá arreglando el mundo desde él.

La solidaridad es amor práctico. Es asumir los problemas y las dificultades del prójimo como propios. Es comunión, es unirse para decirle al otro: “no estás solo, yo estoy contigo y juntos avanzaremos”. No se trata, por tanto, de dar una cierta ayuda. Eso lo hace cualquiera. Muchas veces, reconozcámoslo, tan sólo para tranquilizar la conciencia. Pero la solidaridad que de verdad cambia las cosas es hacerse uno con el que sufre.

La etimología de esta palabra nos habla precisamente de eso: de cohesión, de solidez. Ante las necesidades del prójimo, por amor, recordémoslo, decidimos “cerrar filas” a su alrededor para formar una especie de conjunto sólido en el que unos miembros ayudan a los otros. El pegamento para esa unión es el amor.

A una escala más pequeña, es importante tener en cuenta que la familia debería ser también una escuela de solidaridad en la que el sufrimiento de uno lacerase a todos los miembros y estos se esforzaran por ayudar al que sufre. Es en la familia donde se aprende a poner en práctica el amor, donde se aprende a cuidar del otro.

Por el mero hecho de pertenecer a la especie humana deberíamos ser conscientes de la responsabilidad que adquirimos de cara a nuestros hermanos. Y ser cristianos nos debería impulsar más aún en esa responsabilidad. Sí, somos responsables de nuestros hermanos desfavorecidos. Tenemos el deber de ayudar a quien sufre. Si hemos aprendido en la familia esta lección, no será difícil ampliarla para alcanzar a toda la familia humana.

Si de verdad vemos al prójimo como un “otro yo”, si de verdad nos guía el amor, no queda más remedio que ser solidario con él.

Esmirna Vega Soto

Bibliografía:

www. Catholic.net

www. Católicos con acción/ Jorge Sáez Criado

La Cruz del Apostolado

La Cruz del Apostolado (Acto voluntario)

Tratare de escribir lo que ha representado la Cruz del Apostolado en mi vida, pero para ello debo hacer una breve descripción de los símbolos que Jesús fue mostrando a la beata Concepción Cabrera de Armida (Conchita) en la visión en el año 1894.  Las nubes que representan al Padre, una paloma el Espíritu Santo, en el centro un corazón rodeado de llamas, herido por una lanza y coronado de espinas, derramando sangre y agua por la herida y una cruz pequeña sobre este corazón.  

Al inicio de mi camino en el Apostolado de la Cruz no me sentía identificada con ella pues lo que a mí me llamo la atención de esta espiritualidad fue que se da a la Iglesia a través de una madre de familia, esposa, laica, viuda y apóstol.  Además, estaba acostumbrada a los crucifijos y no conocía la cruz del Apostolado.

Con el caminar en esta espiritualidad he tenido la oportunidad de identificarme con esta maravillosa cruz y todo lo que ella encierra. Pues bien, al estudiar esta cruz y su simbología con la parte que me he conectado más es con el corazón de Jesús y la cruz pequeña.  A partir del cantico de Ezequiel :  ‘’y os daré un corazón nuevo, y os infundiré un espíritu nuevo; arrancare de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne.”(Ez 36, 26).  Este pasaje del Antiguo Testamento me lleva a ese Corazón vivo de Jesús, hacer mi recorrido con mayor detenimiento y optimismo y lo uno al de Cristo, sufriente y herido por la traición, por las blasfemias, por los dardos del enemigo, en fin, por un corazón que esta lleno de amor y compasión a pesar de mi miseria humana.  

La cruz pequeña que casi no la notamos, representa el sacrificio de Cristo, ese sacrificio que muchos no entendieron y nunca ha coincidido con los criterios y prioridades del mundo.  Jesús se dio hasta las últimas consecuencias, llego a la entrega total, pues se donó a sí mismo, por puro amor, una muerte en cruz que para los romanos no era solamente matar al criminal, sino también mutilar y deshonrar el cuerpo del condenado, actos que de una  u otra forma se siguen practicando en nuestro mundo.  

Y es desde ahí, desde esa Cruz del Apostolado, cuyo mensaje trato de entender cada día, como un camino de santificación, de unión con Él, y con los míos, con los otros, de transformación en Él para poder dar testimonio de mi vida; pero este camino dependerá de cada uno, de abrirse al Espíritu Santo.  Y desde esta experiencia de vida que Dios me ha permitido por puro amor, de llegar a conocer esta Cruz del Apostolado, símbolo del que se valió Jesús para darnos un camino, un mensaje que llamamos Espiritualidad de la Cruz; hago oración pidiendo que no me permita lastimar ese amor que se me transmite a través de la Cruz del Apostolado, esa confianza depositada en mí ante el llamado  a cargar la cruz de cada día, en el diario vivir con mi familia, mis vecinos, mis amigos, mis hermanas de comunidad, con mi prójimo;  que pueda tomar mi cruz y seguir a Jesús; que pueda cumplir con su llamado:  ‘’si  quieren venir en pos de mí, tomen su cruz y síganme’’  (cf. Mt. 16, 21-27). Aunque el llamado es difícil, la recompensa es inigualable.  Me pregunto: ¿Estas dispuesta a cargar con tu cruz de cada día y a crucificarte sobre tus propios intereses? ¿Es que acaso solo la cruz es mi camino de conversión? Pues sí, es el camino que me lleva a la felicidad, al agradecimiento, al sufrimiento, a la unión por amor.  Solo si voluntariamente tomo mi cruz puedo ser llamada a ser su discípula y Apóstol de la Cruz.

 ¡Animo firme viva la Cruz – Cruz Redentora!

Marta Palma Vargas

Consagración al Espíritu Santo

¡Oh Espíritu Santo! Recibe la consagración perfecta y absoluta de todo mi ser. Dígnate ser en adelante, en cada uno de los instantes de mi vida y en cada una de mis acciones, mi Director, mi Luz, mi Guía y mi Fuerza y el Amor de mi corazón.

Yo me abandono sin reserva a tus operaciones divinas y quiero ser siempre dócil a tus inspiraciones.

¡Oh Espíritu Santo! Transfórmame, con María y en María, en Cristo Jesús, para gloria del Padre y salvación del mundo. Amén.

Vida de Amor

Amarás al Señor tu Dios con todo el corazón…

Si seria y comprometidamente has hecho de tu vida cristiana el esfuerzo de amar a Dios como el centro y la cima de todos tus amores, sabrás que lograrlo es muy difícil.

Cuando los grandes místicos se convierten en maestros para que alcancemos ese ideal nos hacen un magnifico servicio.

Este libro es eso, un claro y fructífero entrenamiento en donde Concepción Cabrera de Armida te toma de la mano y te enseña a poner a Dios en el centro de tu vida, amandolo como Él quiere.

El Angelus, de Jean-Francois Millet.