Con María todo sin ella nada

Liliana Benavides

Esta frase es un legado de nuestro querido Padre Félix de Jesús Rougier en su paso a la eternidad. ¿Qué nos quiso decir con respecto a María, madre de Jesús y madre nuestra?

María desde su «sí» a Dios, en la anunciación mostró ser una joven llena de fe. Creyó al ángel aquel anuncio, y en un acto de humildad aceptó colaborar con Dios en su plan de salvación de la humanidad, al enviar a su hijo como redentor, concebido por obra y gracia del Espíritu Santo. Siendo Ella la madre del Salvador, se unió a este plan de amor, solidaria con Dios y con los hombres. Es la «Sierva del Señor».

Al pie de la Cruz, estaba María, y Jesús en su inmenso amor, despojándose de todo, nos entrega a su madre, como madre nuestra.

En mi condición de madre, puedo en compañía de ella, hacer un recorrido desde nuestra fe cristiana, del por qué es verdaderamente la «Madre nuestra». Sé que los hijos encuentran en el amor que les tenemos un refugio. Sobre todo, en los momentos especiales y dolorosos.

María la madre del hijo de Dios, es una madre de entrega generosa. Es para todas nosotras un modelo.

Para María, su tesoro es «Jesús», allí está su corazón; por eso el camino más seguro para encontrarlo y seguirlo, es ella.

Como en las bodas de Caná, María dice una palabra: «Hagan lo que Él les diga» (Jn 2, 5), nos muestra un hermoso programa de vida, es decir, nos señala a Jesús, nos conduce a Él, a su palabra, a su voluntad y a su sabiduría.

Al pie de la cruz, estaba ofreciéndose con amor al Hijo. Él la hace partícipe de su Amor Redentor y la convierte en madre de todos y cada uno.

Está de pie junto a nosotros en todas nuestras agonías, con la condición de que la acojamos como madre y la llevemos con nosotros, en nuestras vidas, como hizo San Juan.

María modelo de la Iglesia, nos enseña a vivir de acuerdo con el evangelio. En la meditación del Santo Rosario, nos acompaña a conocer y amar el misterio del amor de Dios por cada uno de nosotros. Cuando oramos está la Santísima Virgen orando con nosotros. En el rosario hacemos lo que hacía María, meditamos en nuestro corazón los misterios de Cristo. Solo Ella nos puede enseñar en unión con el Espíritu Santo a parecernos a Jesús. Como nos lo dice nuestra querida Concepción Cabrera de Armida: «¡Si en todos los hogares se rezara el rosario! Si todas las almas, con esa guirnalda de rosas coronáramos a María, ¡Cómo lloverían sobre nosotros las bendiciones del cielo! Cada vez que repetimos a la Santísima Virgen, que es llena de gracia, que es nuestra madre; que con Jesús es bendita; que no nos olvide y que ruegue por nosotros a la hora de nuestra muerte… ¡Estos son gemidos del alma que elevamos hasta la más pura de las vírgenes, a la más grande de todas las madres!»

María Madre de Jesús y de la Iglesia siempre como sierva y discípula del Señor; María protección y guía, María Madre y Maestra de cómo amar, seguir a Jesús y de cómo entregarlo al mundo; ¡Con María todo, sin Ella nada!

Libro Oremos

PRESENTACIÓN

El Consejo Local del Apostolado de la Cruz de Costa Rica presenta este Manual de Oraciones para uso de quienes, de alguna manera, se encuentran vinculados a la espiritualidad de la Cruz en cualquiera de sus obras.

Se incluyen oraciones propias de esta espiritualidad que mira a Cristo, Sacerdote y Víctima, contemplándolo orar, en la soledad y el silencio, en su íntimo e inacabable diálogo con el Padre:

“Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra…” (Mt 11,25) “Padre mío, si esto no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad” (Mt. 26,42) “Padre, en tus manos pongo mi espíritu.”

“Deseamos que este Manual sea un medio para expresar la identidad orante de quienes desean vivir la espiritualidad de la Cruz y una ayuda que permita la unidad de la oración vocal en las reuniones de los grupos.

Así mismo, ofrecemos un apoyo para propiciar, en cada miembro de la familia de la Cruz, una vida de oración estable y profunda expresada con los matices y acentos propios de esta espiritualidad, una de cuyas exigencias consiste, precisamente, en vivir en ese diálogo con Dios que es el camino de fe viva y amor, en medio de los incidentes cotidianos, para hacer de la vida una oración y de la oración una vida.”

Ser apóstol de la Cruz

Ser apóstol de la Cruz

Nací y crecí en una familia cristiana, mis padres me heredaron la fe, el amor a Dios y a María, los valores y el respeto por la vida. Hace ya casi 27 años, que Dios en su infinito amor vino a hacerme una invitación a pertenecer al Apostolado de la Cruz, ahí inicié un camino en el que me fui formando, teniendo un encuentro vivo con Jesús que me llevó a decidir que El sería el centro de mi vida, de mi vocación de esposa y madre, de mis ocupaciones, en una palabra, de toda mi vida.

Recuerdo con cariño a mi animadora de mi pequeña comunidad, ella nos decía…, esta es una gran familia, aquí aprenderán a amar y a recibir el gran amor de Jesús, nunca se sentirán solas y tendrán un gozo en su corazón; serán Apóstoles de la Cruz; y ese concepto al principio no me quedaba muy claro, después me di cuenta de que no es un concepto, sino que es una respuesta al amor de Dios. Es cada día optar y decidir cómo quiero vivir.

Hace algunos años al escuchar esta frase en un retiro “el corazón de Jesús está clavado en tu vida” tome conciencia de que Él siempre me ama, me alienta, me consuela, me sostiene, y se alegra conmigo, y yo vivo así unida con El, bajo su mirada amorosa que me acompaña y me da vida. Y entonces puse todo lo que soy para trabajar en favor del Reino, los dones y cualidades al servicio de los demás, se desarrolló dentro de mí, sin darme cuenta, una fuerza en medio de mi debilidad y de mis limitaciones para anunciar y comunicar el gran amor que hoy me embarga y me sostiene, llevar a tantas personas Su mensaje, el mensaje de la Cruz que nos regaló en Conchita y que es nuestro tesoro, que estamos llamados a hacerlo vida y a ser testimonio vivo de ese amor.

Después vino la invitación donde aprendí a conocer con profundidad a Conchita, ahora la reconozco y la amo como mi madre espiritual, y en cada enseñanza que nos dejó, está la huella indeleble de Jesús que nos invita a ser sus apóstoles. Me he dado a la tarea de darla a conocer, pues he descubierto en ella ese amor tan grande a Jesús, su entrega y su gran amor a las Obras de la Cruz, que lo manifestó a lo largo de su vida. La admiro y le doy las gracias pues su amor se hace presente en nuestro hoy, como una invitación a entregar la vida amando.

Me siento agradecida pues he podido compartir con mi esposo e hijas este tesoro, entregando cada día lo mejor de mí, construyendo una familia, un hogar, una familia espiritual, ofreciendo todo uniéndolo a Jesús, transformando lo sencillo en gracias de salvación.

Y hoy ser Apóstol de la Cruz para mí, es entrega y donación; es decidirte a amar cada día con el corazón de Jesús clavado en tu propio corazón; es ir acompañada siempre de la mano de María; es un sí renovado cada día y en toda circunstancia de la vida; es entregar mi vida poco a poco, en pequeños detalles y en grandes luchas. Es confiar y perseverar en los momentos difíciles, en la enfermedad y en el desaliento. Es arriesgarte a ser un vehículo de su misericordia, llevando la buena nueva. Es honrar el sacerdocio de Cristo en sus sacerdotes, orando y ofreciendo la vida en su favor. Es tener en libertad un gran amor a Dios y un gran amor al prójimo; sacrificar el propio gusto por hacer feliz a los demás; servir, perdonar y vivir con el corazón agradecido. Es dejarte guiar e inundar por el Espíritu

Santo; y tener el valor de renunciar al pecado, para vivir una vida de virtud e ir transformándote en Jesús y caminar cada día hacia la santidad.

Mi vida es sencilla, plena, me siento viva, me siento frágil, no soy nada pues Su amor me sobrepasa, pero sé que mi entrega, mis ocupaciones, mis vocación y detalles de esposa y madre, mi servicio en las Obras de la Cruz, cuando las uno a Jesús, mi Señor, adquieren un valor infinito de salvación.

Agradezco a Dios el haber puesto a tantas personas, que me han enseñado, con paciencia, entrega, generosidad, cariño, con su compañía y ejemplo; pero sobre todo con su testimonio fiel y amoroso, a crecer en esta hermosa obra, para ellos mi cariño, admiración y oración.

Le pido al Espíritu Santo me dé su gracia y siga guiándome en tan hermosa vocación, para corresponder cada día haciendo solo lo que la voluntad amorosa de Dios quiera para mí.

Soy apóstol de la Cruz, vivo en el amor. Bendito sea Dios.

Rosario Zamorano de Castro.

Año de San José

Una cristiana con raíces de devociones y prácticas

Año de San José

De mi abuelita aprendí muchas devociones y de mi madre prácticas religiosas, por ejemplo: rezar el rosario, ir a misa cuando había, hacer novenas, etc.

A San José lo veía como un adorno más en Navidad cuando preparabamos el portal, y no podía faltar el rezo a la Sagrada Familia para que siempre tuvieramos trabajo. Con todas esas prácticas experimenté que no bastaba sentirse buena, sino que había que serlo.

Fue hasta que entré al Apostolado de la Cruz cuando conocí un poco de san José, con el libro Pequeña Esmeralda que la Beata Concepción Cabrera escribió en honor de este maravilloso santo. Otra expreriencia que recuerdo fue con la película de santa Teresa de Jesús, en donde ella le

tenía gran confianza a este santo tan invisibible para muchos cristianos, y también para mí.

En este año con motivo del 150 aniversario de haberlo declarado Patrono de la Iglesia Universal, el papa Francisco en su Carta Apostólica Patris Corde nos comparte la gran riqueza de este santo,y es a través de este documento que me queda muy claro quien fue y quién es san José.

Quiero compartiles algunos de los temás que más me han impactado de este documento, y que no deben de pasar inadvertidos para todos aquellos que nos llamamos católicos.

Con corazón de padre: así san José amó a Jesús, llamado en los cuatro Evangelios «el hijo de José». Tuvo la valentía de asumir la paternidad legal de Jesús, a quien dio el nombre que le reveló el ángel: «Tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados» (Mt 1,21).

Y ¿qué podemos aprender de este padre virtuoso?

1. Es un padre que ama a su Creador. La grandeza de san José consiste en el hecho de que fue el esposo de María y el padre de Jesús. San Pablo VI observa que su paternidad se manifestó concretamente «al haber hecho de su vida un servicio, un sacrificio al misterio de la Encarnación y a la misión redentora que le está unida; al haber utilizado la autoridad legal, que le correspondía en la Sagrada Familia, para hacer de ella un don total de sí mismo, de su vida, de su trabajo; al haber convertido su vocación humana de amor doméstico en la oblación sobrehumana de sí mismo, de su corazón y de toda capacidad en el amor puesto al servicio del Mesías nacido en su casa»1

2. Padre en la ternura… José vio a Jesús progresar día tras día «en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres» (Lc 2,52). Jesús vio la ternura de Dios en san José: «Como un padre siente ternura por sus hijos, así el Señor siente ternura por quienes lo temen» (Sal 103,13).

3. Padre en la obediencia. Así como Dios hizo con María cuando le manifestó su plan de salvación, también a José le reveló sus designios y lo hizo a través de sueños que, en la Biblia, como en todos los pueblos antiguos, eran considerados uno de los medios por los que Dios manifestaba su voluntad. En todas las ocasiones José respondió obedientemente a lo que se le pidió.

Año de San José

Padre en la acogida José acogió a María sin poner condiciones previas. Confió en las palabras del ángel. «La nobleza de su corazón le hace supeditar a la caridad lo aprendido por ley. Y, en su duda de cómo hacer lo mejor, Dios lo ayudó a optar iluminando su juicio».

5. Padre trabajador Un aspecto que caracteriza a san José es su relación con el trabajo. San José era un carpintero que trabajaba honestamente para asegurar el sustento de su familia. De él, Jesús aprendió el valor, la dignidad y la alegría de lo que significa comer el pan que es fruto del propio trabajo. Qué bueno es valorar el trabajo, en mi caso, me quedan recuerdos agradables como por ejemplo: el haber sacado adelante a mis cuatro hijos con un oficio honesto, y enseñarles que el trabajo hecho con amor nos hace dignos y agradables a Dios.

6. Padre en la sombra El escritor polaco Jan Dobraczyński, en su libro La sombra del Padre, noveló la vida de san José. Con la imagen evocadora de la sombra define la figura de José, que para Jesús es la sombra del Padre celestial en la tierra: lo auxilia, lo protege, no se aparta jamás de su lado para seguir sus pasos. De este libro me queda una enseñanza, que al lado de Jesús y María se es feliz viviendo cada día agradando a Dios como lo hizo san José, en él no había ni soledad, ni envidia.

Hasta aquí algunos fragmentos de la carta apostólica la cuál invito a meditar y leer con sumo cuidado, a fin de ahondar más en este maravilloso santo.

Ahora, ¿qué respuesta doy a la luz de este gran testigo de amor y obediencia en el mundo de hoy? Creo que de esta vida ejemplar puedo sacar tres enseñanzas vitales para mi vida:

1. Silencio. En esta actitud de silencio, san José pudo escuchar la voz de Dios. Es importante sacar espacios de silencio que nos ayuden a escuchar lo que Dios nos pide a cada uno de nosotros día a día.
2. Obediencia. A pesar de la gran misión que Dios le encomendó, nunca puso su voluntad o deseo por

encima de la de Dios, fue un hombre obediente, porque supo escuchar lo que Dios quería de él. Esto me

ha llevado a pensar ¿cuántas voces escucho yo?
3. Sacrificio. San José no vaciló en responder a Dios a pesar de que esto no fuera fácil. Así he meditado en

lo importante que es vencerse cada día, aunque parezca un gran sacrificio.

Le doy gracias a San José, por haberlo encontrado en mi camino, y como propósito personal les comparto que cada miércoles lo invito a que vivamos juntos todo lo que pase en ese día.

¡San José, ruega por nosotros y por los agonizantes!

María Elena Fernández Quesada.