Qué es para mí el Apostolado de la Cruz?

Para responder esta interrogante, debo mirar atrás, ordenar mi mente, mis recuerdos y mi memoria. Estamos en el año 1998, por ahí del mes de setiembre y se le ocurre a mi hermana Olga, invitarme a un retiro de iniciación para ingresar al Apostolado de la Cruz. Me dice: “vaya, si le gusta, bueno. Y si no, nada pasa”. Invite a Ligia, una amiga y nos fuimos. Y adivinen qué? A las dos nos gustó y aceptamos continuar.

 A finales del mes de octubre, nos invitaron a un Kerigma, requisito para poder ingresar en ese momento. Revisando ese primer cuaderno, que todavía conservo con gran estima, por el impacto que causó en mi espíritu, me da datos más precisos:  se realizó durante dos días, el 31 de octubre y el 1º de noviembre de 1998 y fue impartido por el entonces asesor del Apostolado de la Cruz, padre Rodolfo García Flores MSpS. Recorro las páginas de ese cuaderno y veo los grandes titulares: El amor de Dios, el pecado y sus consecuencias, Jesús solución de Dios, el Señorío de Jesús, la Promesa del Padre, Nuevo Pentecostés y otros más. Hermosos temas y extraordinaria presentación del padre Rodolfo. Salí de ese Kerigma consciente de ser hija de Dios y decidida a abrirme a su Amor. La experiencia del Nuevo Pentecostés, fue única, irrepetible y puedo afirmar que ahí volví a recibir la efusión del Espíritu Santo. A la salida de ese Kerigma, llegaron a recibirnos las hermanas que ya formaban parte del Apostolado y nos invitaron a organizarnos en grupos, por cercanía geográfica. A mí y a Ligia nos incluyeron en el de Concepción de San Rafael y San Isidro; se nos unieron Edwin, Felicia, Yolanda, Clemencia, María y Carolina, en total 8 y fuimos acompañados por Anita Villaverde durante varios meses. Luego nombramos coordinadora del grupo y así seguimos caminando y creciendo.

Ese camino fue hermoso, primero la oportunidad de la reunión semanal de comunidad, donde fuimos aprendiendo de Dios, a ser hermanos y a proyectarnos a nuestro prójimo. Esto se complementaba con los retiros espirituales mensuales, con Ejercicios Espirituales anuales, con dirección espiritual, con Peregrinación anual donde nuestra Patrona: la Virgen de los Ángeles y con celebraciones propias de las Obras de la Cruz. Recuerdo también que hacíamos “Tardes de Reflexión” para atraer nuevos miembros a la Obra.

Por Estatutos de la Obra, le corresponde a los Misioneros del Espíritu Santo pastorear las ovejas del Apostolado de la Cruz y ahí Dios se ha lucido con Costa Rica. Desde México, país donde nació esta Obra y que fundó la mexicana, laica, esposa, madre, viuda, mística y apóstol : Beata Concepción Cabrera de Armida, nos han enviado Misioneros del Espíritu Santo, para que asesoren la Obra en nuestro país. Todos han sido de gran bendición y de cada uno podría contar sus aportes y muchas experiencias, que por asunto de espacio me limitaré a mencionarlos: Rodolfo García (qdDg), Rafael Moctezuma (qdDg), Manolo Rubín de Celis (qdDg), Eugenio Casas, Eduardo Suanzes, Emilio Suburbie, Eduardo Sarre y el más reciente Carlos Francisco Vera. ¡A todos de verdad, muchísimas gracias!

 El padre Carlos Vera, el actual asesor, ha venido a darle un nuevo aire al Apostolado de la Cruz en Costa Rica y justamente en marzo pasado, inició un nuevo proceso de formación, unificó nuestro caminar, que lleva una meta a tres años plazo : “ formarse para formar”. 

Esa es nuestra fe y nuestra esperanza, que en poco tiempo Costa Rica tenga muchos apóstoles de la Cruz, que sigan reproduciendo la semilla que nuestra madre espiritual Conchita sembró con mucho amor y sacrificio. En este año 2021 se abrieron 7 grupos nuevos, además de los 21 ya existentes por todo el país. Se da la posibilidad de presencial o virtual.

Para ir concluyendo quiero compartir lo que el Apostolado de la Cruz, durante 23 años que he perseverado, ha dejado en mí: me acercó a Jesús para conocerlo más, me impulsó a leer y meditar las Sagradas Escrituras y seguir a Jesús sacerdote y víctima, a buscarlo en la Adoración, a hacer silencio para encontrarme con Él, a darle a la oración el lugar que debe ocupar en mi vida, a amar la Eucaristía, pero sobre todo a luchar para que haya congruencia en mi vida, entre lo que creo y lo que soy, ello lleva implícito al prójimo.

La Espiritualidad de la Cruz, que es la que vivimos en esta Obra, tiene su acento en lo sacerdotal, nuestro ofrecimiento diario es por el mundo, la Iglesia, pero especialmente por los sacerdotes.

Amo al Apostolado de la Cruz y le doy infinitas gracias a Dios por haberme llamado a esta espiritualidad.

¡ Jesús Salvador de los hombres, Sálvalos, Sálvalos!

Escrito por: Liliana Quesada Yannarella.

Apostolado de la Cruz de Costa Rica.



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