Testimonio de Amor

Lorena Arce

Si hablamos de un testimonio de Amor, debemos realmente saber lo que es su significado, pues muchas veces usamos este término o simplemente hablamos de amor sin ponernos a reflexionar qué queremos decir, que entendemos por esto.

Un verdadero testimonio de amor no es simplemente un te quiero, te amo, pero no sé si daría todo por ti o por ellos o bien si sería sólo por un tiempo, un amor a un acontecimiento y hasta simplemente a cosas.

El verdadero Testimonio de Amor nos lo da Dios al entregarnos a su Hijo hecho hombre a imagen y semejanza nuestra, menos en el pecado. Para salvarnos y llevarnos a la Vida Eterna

Jesús viene a la tierra, nace, vive, muere con un Amor tan grande que su pasión y Muerte es dolorosa hasta el punto de entregar su vida en la Cruz por toda la humanidad.

Pero esa muerte no queda allí, resucita a los tres días, luego sube a los cielos, dejándonos su Corazón en la Cruz palpitando, vivo y aun sufriendo por los pecados que cometemos.

Si vemos la Cruz del Apostolado, contemplamos ese corazón palpitante en el centro rodeado de espinas que son los pecados que aún cometemos y vemos la cruz chiquita donde están por los que por más sufre, los de sus consagrados. Arriba el Espíritu Santo, fuente de Amor; esta una cruz trinitaria, de gloria de vida, Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Las personas que hemos sido llamadas a pertenecer a la Espiritualidad de la Cruz, hemos sido llamadas a extender ese Amor, a ser cruces vivas, hostias vivas, para dar testimonio de ese Amor.

En la última cena Jesús nos deja su gran Testimonio de Amor, el Sacramento de la Eucaristía, SU CUERPO, SU SANGRE y dice quien coma y beba de esta tendrá la VIDA ETERNA.

Por esto debemos ser su testimonio, para que otros lo conozcan. Debemos ser testimonio de este amor.

Se nos pide consolar su Corazón, pero ¿cómo? Amándolo, pero no podemos amar ni consolar a quién no conocemos, por esta razón debemos conocerlo en su Palabra, sus virtudes, su ejemplo de vida y consumir su Cuerpo y su Sangre. Así será un testimonio con un Amor de Pureza y Sacrificio.

Cuando María dijo ese Sí al Ángel fue lleno de Amor del Espíritu Santo. ¿Cuándo a nosotros se nos llama, decimos un sí tan específico? Creo que tuvimos que pasar por un pensar, entender y descubrir.

Recuerdo cuando yo, sin saber nada de esta espiritualidad y estando en el hospital después de una operación de cáncer, llegó el Nuncio Apostólico a quien yo no conocía, con mi cuñado, y me entregó la reliquia de Conchita, contándome algo de ella y de unas monjitas. Yo no puse mucha atención, pero la guardé. Un tiempo después una amiga me invita a una reunión donde unas religiosas en Heredia, que estaban juntándose para fundar algo de lo que ella tampoco entendía muy bien, pero me hablo bellezas del lugar.

Acepté y la acompañé, en el camino lo sentía muy lejos, yo tenía mucho que trabajar y hacer, y me decía a mí misma, yo hoy vengo, pero creo que no volveré.

Al entrar al salón donde hoy es el comedor, me quedé impresionada del retrato que estaba ahí, era el mismo de mi reliquia. Luego, cuando fui al Santísimo me impresionó muchísimo, pensé, ¿será que aquí me quiere Dios?, pero aun así era muy lejos para mí, y pensaba además asistir ¡¡¡una vez al mes. !!!!

Pasó el día sin darme cuenta, se pasó el mes, y bueno, fui de nuevo y así seguí hasta tomar mi primer compromiso en la Alianza de Amor con el Sagrado Corazón de Jesús; con gran amor y entusiasmo. Se fundó esta Obra, y no me he arrepentido nunca de pertenecer a ella. Es mi vocación, cada vez aprendo más hasta el día de hoy.

¿Cuánto me falta? Muchísimo. No es fácil, caigo, me levanto. La vida sigue con sus alegrías y sufrimientos, pero queriendo siempre luchar amando cada vez más a Nuestro Señor, conociéndolo y amando también la Obra a la cual pertenezco, pues es mi vocación.

Si Dios me dio este gran Testimonio de Amor y me lo sigue dando a pesar de mis defectos, de mis olvidos y faltas diarias debo seguir luchando en lo que me ha pedido, consolándolo, pidiendo perdón, igual que Él me perdona, tratando siempre de agradecer ese gran TESTIMONIO DE AMOR y darlo a conocer a todos mis hermanos sin distinción. Hoy tengo una familia de sangre que quiero mucho, y una espiritual muy grande que me ha ensanchado el corazón.

Una espiritualidad que me ha enseñado a Amar, a desprenderme y seguir amando, y que el centro de ese Amor debe ser siempre Dios. Este es el modelo que nuestra madre Conchita nos enseña con su saber vivir en los diferentes estados de vida que nos ha tocado. Debemos dejarnos hacer y abrir el corazón a ese Espíritu Santo que nos lleva al AMOR.



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