Espíritu Santo y Conchita
Al inicio lo que ve Conchita en la visión que tuvo en la Iglesia de la Compañía, es una paloma, de ahí da inicio todo, en el plan de Dios, desde el Amor. En el principio…la creación se inicia desde este Dios que quiere salir de sí mismo porque es amor. Y quiere compartir su vida con el hombre. El Espíritu Santo Corona la obra divina y es el que alienta y dirige la obra del amor para llevar a la plenitud su designio amoroso de transformación de cada hombre en Cristo.
“Pero el Espíritu de Dios aleteaba sobre la superficie de las aguas.” (Gn. 1,2)
“Sobre la cruz, Jesús inclinando la cabeza, entregó el Espíritu” (Jn.19, 30)
“y, en su primera aparición a los discípulos, el Resucitado sopló sobre ellos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo”…” (Jn. 20,22)
El Espíritu Santo es la tercera persona de la Santísima Trinidad que, como decimos en el Credo, “procede del Padre y del Hijo y que, con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria”. En el misterio de la Santísima Trinidad es el Amor con que el Padre ama el Hijo, con que el Hijo ama al Padre y con el que el Padre y el Hijo nos aman desde toda la eternidad.
En la misión redentora de Jesús es el que alienta e ilumina la vida de transformación en Cristo de todo hombre: Jesús que nació por obra del Espíritu Santo nos hace nacer de nuevo, nacer de lo alto por medio del agua y del Espíritu Santo, de manera que, desde que fuimos bautizados, Jesús comparte con nosotros su vida y su gloria de Hijo Verdadero. Nos asocia por la cruz a su misión de Santificador, nos ilumina e incita para que vivamos y ayudemos a los demás en el seguimiento de Cristo Sacerdote y Víctima.

Es el Espíritu Santo quién nos da la fe y el amor para que podamos llamar “Padre mío”
al Dios único y eterno. Cristo como Hijo eterno de Dios, ama al Padre con un amor infinito,
tan grande como Dios mismo. Este amor infinito es el Espíritu Santo; y es el regalo más
grande que Jesús nos hace, infundir en nuestros corazones este mismo amor,
este mismo Espíritu con sus dones, frutos y virtudes.
El Espíritu Santo es el Protector de las Obras de la Cruz, las cubre con sus alas,
las hace fecundas, les comunica su luz y su calor, las impulsa siempre hacia el cumplimiento
de su misión; y si en él tienen su principio, en él encuentran también su feliz consumación.