Centrarme en Cristo

Silvia Orúe Rivera

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Al pronunciar suavemente, una y otra vez, éstas palabras, que han sido bálsamo de Dios para mis oídos y mientras contemplo el crucifijo y penetro en los misterios de la cruz, doy por terminada mi incansable búsqueda hacia el camino del amor y de la paz, sintiendo a Jesús vivo y presente mientras le contemplo, así como una sensación de bienestar que inunda mi alma. Todo está calmo. Pues como Jesús mismo lo ha dicho: Él es el camino, la verdad y la vida. ¿A quién iré, si solo Él tiene

palabras de vida eterna? A ningún otro lugar querría, sino más bien a arrojarme con fuerza entre sus brazos para que mi alma descanse en paz; como bien lo dijo San Agustín.

Descubro entonces, que me ha faltado fuerza y determinación para seguir a Jesús y declararlo realmente, dueño y Señor de mi vida; pues si así lo fuere; no me hubiera pasado la mayor parte de mi existencia, recorriendo caminos de rosas y espinas, atravesando ríos y montañas, mares y tormentas, desiertos y nevadas; sin poder dar un sentido salvífico a la experiencia, dolor-amor. Sin que mis pasos tambaleantes borraran mis propias huellas y sin poder dejar impresas en la arena las huellas de Jesús. En fin; sin poder adherirme a Él, sin poder dar buen fruto y estando lejos de llegar a buen puerto

Sintiéndome abandonada a la suerte por un Dios que no abandona, olvidada por un Dios que me lleva tatuada en la palma de sus manos, despreciada por un Dios que siempre sale a mi encuentro , desatendida por un Dios, que me ha cargado en sus brazos cuando me he quedado sin fuerzas y ha hecho más llevadero mi yugo; me percato arrepentida ; de que no ha sido Él, tristemente, ni mi centro ni mi razón de ser. Sino yo, mi propio centro. Mis pensamientos, mis ocupaciones, mi manera de querer arreglar y controlar lo que sucede a mi alrededor y en especial mi mente dispersa, mi peor enemiga. Mi aguijón, aquel que me recuerda de donde he salido y de qué barro fui hecha.

Así como la siguiente anécdota que les comparto, descubro hoy; me he pasado toda la vida, tratando de buscar la manera de despertar y permanecer realmente presente en el tiempo y en el espacio; en lugar de buscar la manera de permanecer unida Dios; creador de la vida y de la historia; el único que puede llevar nuestra vida a buen fin. Nuestro médico por excelencia; nuestra medicina. Quién mejor que Él, para encargarse de nuestros asuntos ayudarnos a solucionar aquello que sobrepasa nuestras fuerzas y entendimiento. Pues como nos lo ha dicho en su palabra: «En cuanto a ustedes, hasta los cabellos de su cabeza están todos contados». (Mt 10, 30).

En cierta ocasión, mientras sacaba el carro de la cochera, para dirigirme al trabajo y luego de haber cerrado el portón con candado para marcharme, me volteé para subirme al carro de nuevo. ¿Cuál fue mi sorpresa? Observé que ya no estaba. Supuse, que se lo habían robado, justo allí, casi frente a mis ojos. Desesperada miré hacia los lados y no había rastro de él. No resignada aún por la perdida, me volteé de nuevo para entrar a la casa en busca de ayuda. En ese mismo instante me percaté, de que no había sacado el

carro, pues estaba allí dentro y permanecía con el motor encendido; tal y como lo había dejado.

Experiencias como éstas han ido marcando y afectando no solo mi mundo exterior sino también mi vida espiritual; pues lograr hacer silencio interior, poner atención en misa, escudriñar las escrituras, avanzar en mi castillo interior y terminar lo que comienzo; se convierte en todo un reto para mí.

Sin embargo, considero que para todos nosotros los seres humanos; descubrir esas nuestras miserias y estar cada vez más conscientes de nuestras limitaciones, nos abre una gama de posibilidades de crecer y transformarnos con la ayuda de Dios. Depositar ese nuestro aguijón en la manos de Jesús; ya sea ; un dolor físico o emocional, una pérdida, una debilidad, un sueño inalcanzable, un conflicto u otro; que los mantiene tullidos; puede ser motivo de esperanza, permitiéndonos continuar con alegría en medio de los torbellinos que se nos presentan, de manera que nuestras vida no se detenga mientras perdemos el tiempo tratando de arrancar con fuerza , nuestro propio aguijón. Sea Dios entonces quien se encargue y lo saque si es su voluntad pues el prometió que cada vez que lo invocáramos vendría en nuestro auxilio.

Gracias Dios por permitirnos ver más allá; por estar siempre allí para nosotros abriendo puertas donde no las hay. Ayúdanos a centrar nuestra vida siempre en ti y no en aquello que nos aqueja, para que podamos irradiar tu luz y tu esperanza. A aceptar y ofrecer las pequeñas cruces de la vida con paz y confianza; sabiendo que Tú harás y que todo lo permites para el bien de los que te amamos.



6 respuestas a «Centrarme en Cristo»

  1. Hermoso testimonio que transmite vívidamente el amor a Cristo. De arriba abajo me encantó esta lectura, dulce y dolorosa a la vez que me toco el corazón hasta las lágrimas.

  2. Buenas
    Realmente son sabias palabras, escritas desde una realidad.
    Me gusto mucho..y que lindo es contar con Dios que aveces creemos que no está..y que es todo un caballero..que siempre está a nuestro lado..

  3. Muchas veces en el caminar se presentan pensamientos que nos distraen de lo importante, hago la comparación de vernos sosteniendo globos amarrados a nuestras manos, Dios es quien nos sostiene como las manos sostienen un globo solo es hasta que dejemos que el nos lleve que podremos verdaderamente centrarnos en Cristo.

  4. Silvia que real y que hermosa esta Reflexión y Oracion .

    Si definitivamente es escuchar constantemente la voz de Dios y que esto nos de el tenerle en nuestras vidas y buscar lo más Preciado llegar a verle cara a cara y disfrutar de esa Eternidad que él mismo Jesús quiere para nosotros .

    Bendiciones!

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