Cadena de amor
En todas las espiritualidades existe un método característico de santificación, un camino que hay que recorrer para alcanzar la perfección;
la espiritualidad de la Cruz tiene un método peculiar, un camino característico: “Cadena de Amor”. Es nuestro modo de vivir, nuestra vocación y responde a una misión.
Es una Cadena porque une, porque enlaza, nuestra Cadena debe unir al cielo con la tierra y semejante a la escala de Jacob de que nos habla la Escritura (Gen. 28,12),
por ella deben subir hasta el cielo las oraciones, los sacrificios, el amor, el perfume de las virtudes; por ella también deben descender del cielo las gracias y
las bendiciones de Dios.
La Cadena que debemos formar, tiene que ser de oro, el metal más precioso y el que más vale; el oro en el lenguaje espiritual simboliza al amor que es la más
preciosa de las virtudes. Es por consiguiente, un amor que tiende al dolor, a la inmolación, a la Cruz, el amor sacerdotal tiene por fin la gloria de Dios y
el bien de las almas; y como forma propia la inmolación. De ese amor tienen que estar formados los eslabones de nuestra Cadena.
En esos eslabones de oro finísimo, claro está que se han de incrustar, como piedras preciosas, las diversas virtudes que debemos practicar:
humildad, dulzura, paciencia, discreción, sencillez… Pero para llegar a la práctica de la Cadena de Amor es necesario haber recorrido una serie de reglas,
cada una de las cuales caracteriza una etapa de la vida espiritual.